En el Estado Español, o España que diría Alfonso Guerra, vivimos en una democracia plena. Es tan exuberante que la petición de un referéndum para decidir la relación con el estado de un territorio determinado se resolvió con una media sonrisa y unas cuantas burlas y su realización con prisión preventiva. Lo paradójico es que si pensamos en una democracia plena, los ciudadanos tendrían la obligación de decidir sobre cualquier asunto de interés público y sería la delegación de esa responsabilidad y la negación de este derecho una acción plenamente antidemocrática. Pero en el Estado Español las cosas funcionan de otra manera. La democracia liberal española se asienta en dogmas. Estos se construyeron durante la transición y se apuntalaron en los sucesivos gobiernos del PSOE y del PP. Uno de ellos tiene que ver con la separación de poderes y, en concreto, con la independencia judicial.
Triadas, relatores y alta traición
EVAnaRkISTO shared this.
La democracia en todo el planeta es para reír por no llorar.