Hay mundos que difícilmente pueden volver de manera natural a no ser que se produzcan fenómenos de regresión, involuciones que nos vuelvan a situar en la línea de salida. En ocasiones tendemos a idealizar momentos complicados de nuestra vida asociados a una época, limando las aristas, olvidándolas o extrayendo aprendizajes singulares. Algunas personas son capaces de recordar el tortazo que les dieron sus padres como un punto de inflexión que permitió que se enderezaran, que no se torcieran, que no fueran por el mal camino. Si no hubiera sido por ese tortazo… O las discusiones elevadas de tono, intimidatorias y agresivas entre sus padres como normales en las relaciones de pareja. Si mencionas que, probablemente, lo que sucedía entre sus padres se enmarcaba dentro de una situación de violencia de genero, te miraran sorprendidas. Que los tortazos tenían sentido en contextos coercitivos y tolerantes con el maltrato infantil, lo negarían. Recordarían, como una anécdota divertida, que el abuelo mandaba callar a la abuela porque esta no sabía lo que decía. Eran otros tiempos pero las cosas estaban más claras. Cada persona sabía el lugar que ocupaba en la realidad y las consecuencias de salirse del rol asignado. Esto creaba una sensación de seguridad y de orden.