Cuenta cancelada

La bruja: estereotipo y mito de la mujer rebelde

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Brujas del nuevo milenio


Brujas del siglo XXI como metáfora subversiva inherente al discurso feminista, recuperado hoy por artistas, filósofas y guionistas de cine, cómic y televisión.

“Temblad, malditas, porque las brujas están de moda. Lo que quiere decir que las firmas de alta costura ya han pensado en explotar el estereotipo en su colección otoño-invierno 2015; que las revistas que marcan tendencia pondrán todo su ingenio a trabajar en aunar compras y aquelarres; que la maquinaria de ficción exprimirá el potencial de hacer dinero con personajes como Maléfica, en las carnes de Angelina Jolie, e insistirá en el atractivo de las tipologías –¿Qué bruja te pides ser?– con series de televisión como American Horror Story. Aseguran de la futura Salem, nuevo experimento seriado, donde se narran los famosos juicios ocurridos en dicha localidad (y alrededores) en el siglo XVII, que traerá una imagen “atrevida y rompedora” de las brujas. El mito, y su potencial como metáfora, explotados por el mercado.


En Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria (Traficantes, 2010), Silvia Federici amplía los límites semánticos al recordar que la hechicera no era sólo la partera, la mujer que evitaba la maternidad o la mendiga; también era la libertina, la promiscua antisistema, la adúltera y la prostituta; “todas aquellas mujeres que practicaban su sexualidad fuera de los vínculos del matrimonio y la procreación”. La culpa era inherente a la mala reputación. Esta herramienta de control, de sumisión, buscaba (y busca) coartar a la mujer que habla en el ágora; “a la rebelde que contestaba, discutía, insultaba y no lloraba bajo tortura”. Ya sea en la plaza, tribuna o estrado, lo que la institución patriarcal ha intentado a lo largo de la Historia, y especialmente a través de la Caza de Brujas, entre los siglos XVI y XVII, ha sido degradar, demonizar y destruir el poder social de un colectivo organizado; negarle la voz, y la palabra. No hay que olvidar que fue, precisamente, en ese espacio público y político –las hogueras y las salas de tortura– donde se cimentaron los principios burgueses de feminidad y domesticidad que tan útiles le siguen siendo, hoy por hoy, al sistema.”

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