Estamos constantemente en relación con los otros. El otro está definido por la diferencia y la semejanza, lo que nos hace diversos y lo que compartimos. La connotación negativa de las diferencias es una construcción cultural y forma parte de la narrativa hegemónica europea que está detrás de la esclavitud, el periodo colonial y el rechazo a la inmigración. La construcción de un otro amenazante es un elemento necesario en los discursos racistas y excluyentes. Así se construyó al negro, al judío, al gitano o al musulmán. Etiquetas que fueron significadas como amenaza, inseguridad, desconfianza, peligro o subhumanidad. Ladrones, violadores, traicioneros y asesinos. Estas categorizaciones las fuimos heredando generación tras generación, dando por cierto lo que fue construido por otros en base a sus miedos y prejuicios. Es una construcción porque se refiere a que antes no existía, pero en un momento histórico estas significaciones fueron creando cuerpo, se fueron elevando y compactando. El judío no era avaro sino que se construyó como avaro. El gitano no era traicionero sino que se construyó como traicionero. El negro no era un salvaje sino que se construyó como salvaje. Esta es la narrativa que se impuso y que con el tiempo derivó en la Gran Redada gitana, el Holocausto o el Apartheid.
La amenazadora otredad
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