Juan Gabalaui

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Se escuchaba el trinar de los pájaros en el silencio de las mañanas. Aunque parezca una frase cursi, revela cómo la dinámica normal de una jornada laboral ahoga cualquier sonido que no sea el ruido del motor de los coches. En esto que llegó la pandemia y mandó a parar. Los coches dejaron de ocupar las carreteras. Era una ciudad distinta. La pandemia, sin pretenderlo, nos mostró lo que podría ser vivir en un entorno sin ruido excesivo y sin niveles de óxido de nitrógeno y dióxido de carbono perjudiciales para la salud y el planeta. También demostró que en muchos trabajos no era necesaria la presencialidad de los trabajadores ni las jornadas laborales extensas y que algunos de los más denostados socialmente, como el personal municipal de la limpieza, eran, en realidad, de los más necesarios. Otros reforzaban su conocida utilidad social como el personal sanitario y los bomberos. Así como los que garantizaban el agua potable o la recolección, producción y distribución de alimentos. Todos los trabajos en los que se cuidaba a las personas salieron reforzados. Permitió que nos quedáramos en casa y nos obligó a romper con un ritmo de vida frenético en el que apenas podíamos mirar tranquilamente a los que nos rodeaban.

Llegó la pandemia y mandó a parar

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Comentas lo que dice David Graeber en su libro Bullshit jobs: "El principio de que cuánto más beneficia un trabajo a los demás, menos se paga por él". No encuentro el artículo donde lo leí, pero en una entrevista contaba al respecto que un amigo suyo (no recuerdo si era también antropólogo) le daba la vuelta al argumento, que decía que era lo que definiía las sociedades capitalistas, y me resulta más indignante: "Cuanto más daño hace tu trabajo a la sociedad, más cobras".

EVAnaRkISTO at 2020-11-15T22:31:46Z