“No hay más que ver el trato que le han dado. Quiero decirle que a mí me ha abochornado que tengan que tratar a su grupo político y a su grupo parlamentario de esta manera, porque tengo que recordar que si esos escaños están ahí es porque los ciudadanos de Madrid les han dado sus votos en las urnas“. Este es el apoyo de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz-Ayuso, al discurso racista de la extrema derecha madrileña ante las críticas de una parte de los grupos políticos de la Asamblea de Madrid. Este discurso no fue espontáneo sino pensado, preparado y leído. Un discurso que debe contextualizarse junto con dos hechos que se producen unos días antes. Un exmilitar español asesina a tiros a una persona marroquí al grito de ¡muerte a los moros! y una mujer española apuñala a una mujer ecuatoriana al grito de ¡los inmigrantes nos quitan la comida!. Las palabras no son inocentes. Son capaces de manipular la realidad, deformar el pensamiento y empujar a cometer atentados terroristas contra las que son señaladas como enemigas. Estas palabras viajan por toda Europa sin grandes obstáculos amparadas en una interesada interpretación de la libertad de expresión. Ni siquiera es una novedad. Este fantasma recorre Europa como si fuera su casa desde tiempos inmemoriales.
Demoler la barbarie
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