En una época en la que se habla de revoluciones [las redes sociales están plagadas de revolucionarios], la revolución neoliberal se impone, prácticamente, sin ningún impedimento. Las medidas socialdemócratas de los años 60 o 70 son tachadas hoy de comunistas o propias de radicales izquierdistas. Podemos, un partido de naturaleza socialdemócrata, es demonizado con gran eficacia por los partidarios del neoliberalismo mientras el PSOE se ha diluido, ya a finales de los años 70, en la corriente neoliberal que ha arrastrado a los grandes partidos socialdemócratas de todo el mundo, hasta el punto de que referentes del socialismo español, como Felipe González, o del laborismo británico, como Tony Blair, apenas se distinguen de sus correligionarios neoliberales de la derecha. El propio sistema impuso un camino y en los países occidentales nadie fue capaz de dibujar una alternativa. La izquierda ha sido incapaz de ofrecer una, lo que ha llevado a la frustración y la apuesta por planteamientos imposibles de llevar a cabo, que beben más del pasado que del ajuste a una realidad donde los revolucionarios llevan traje y corbata y especulan en bolsa.
La atractiva picadura del escorpión
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