Aunque a veces tendamos a analizar lo que sucede a nuestro alrededor como algo exclusivo y propio de nuestra idiosincrasia, no es un fenómeno local. Es un fenómeno mundial. Estamos en plena embestida cultural y moral de la derecha. No consiste en un debate de ideas sino en aplastar al enemigo, desacreditarlo y deshumanizarlo. No importan los medios. Vale cualquier cosa que sirva para menoscabar al adversario ideológico. Se podría decir que esto no es algo novedoso. La confrontación ha sido, en muchos momentos de la historia, cruenta. Ahora estamos viviendo una nueva época, intensificada por la crisis económica y social que sufrimos desde 2008. La inseguridad, la incertidumbre, la precariedad y la desconfianza han sido factores que han favorecido que determinados planteamientos reaccionarios se impongan, en contraste con aquellos que defienden la justicia social, la igualdad o la defensa de los derechos humanos. Estos planteamientos se identifican fácilmente porque suelen ir contra los derechos de alguien. Se manifiestan, por ejemplo, contra la violencia machista, por el endurecimiento del código penal, contra el bilingüismo o contra los refugiados e inmigrantes.
La crisis de la que no se habla
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